De niños nos enseñaron que las alfombras eran mágicas. Podías subirte a una, y si lo deseabas mucho, lograrías transportarte a otras dimensiones muy lejanas. Lo cierto es que varias décadas después noto con asombro que esta afirmación es completamente real. Para otras culturas, en dichas dimensiones lejanas, desde hace siglos y siglos un tapete siempre ha sido un objeto simbólico, uno especial.
Casi como un ritual, en él podemos compartir los alimentos, descansar, reunirnos en círculo y discutir los temas del hogar. Otras veces simplemente lo ponemos debajo de la mesa, en la entrada de la casa o a los pies de nuestra cama, como un recordatorio de que no importa a dónde te vayas, el calor del hogar va contigo.
Deleitarse a cada segundo y saborear todos tus momentos. Así se vive el verdadero lujo. Hoy, parte de mi itinerario diario es descubrir más formas de disfrutar del camino.
Irónicamente, justamente sobre ese objeto donde ponemos los pies, algunos otros ponen la mente y hasta el corazón. Tal es el caso de Marisol Centeno y el equipo de su marca, cuyo nombre en sí ya es un contraste, Bi (aire en zapoteco) Yuu (tierra en chatino). Desde hace cinco años, Bi Yuu crea tejidos en el más extenso sentido de la palabra.
Hablo de textiles de alto diseño y aún mejor calidad, que combinan tendencias con técnicas tradicionales y materiales orgánicos elegidos con un cuidado casi extravagante. La tradición conoce, reconoce y convive con naturalidad con el gran mercado internacional, logrando lo que uno pensaría imposible: sacar dos colecciones de tapetes al año trabajando con procesos artesanales, gracias al rigor y el conocimiento milenario de los artesanos de Teotitlán del Valle en Oaxaca, y al gran conocimiento de diseño y procesos de Marisol.
Pero hay muchas maneras de tejer, y los hilos más importantes de Bi Yuu se trenzan en las comunidades con las que trabajan. Alfombras mágicas, sin duda, que cuentan historias tan contemporáneas como antiguas, lo que se refleja en la gran diversidad de sus colores, texturas y formas que dialogan con tintes naturales (cochinilla, té) que permanecen en hilos que envejecerán lenta y dignamente.
Ahora sé que las alfombras, o por lo menos algunas de ellas, sí están llenas de encanto, pero por otras razones. Mientras salgo del showroom de Bi Yuu, me doy cuenta de que la magia nunca se fue. Pongo las manos al volante, con una sonrisa y un nuevo tapete en el asiento trasero. Mi historia con este bello objeto está por comenzar. Piso el acelerador. Es hora de volar. Así es nuestro lujo, nuestros momentos.
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