Chalo

2004
Fotografía: Pol Agustí
Texto: Isabel Martínez Abascal

“Es muy sutil y un poco embarazoso para mí, pero realmente creo que hay cosas que nadie vería si yo no las fotografiara.” Así se pronunciaba la estadounidense Diane Arbus acerca de su fascinación por retratar a personajes marginales, grotescos o deformes. Sus instantáneas transmiten una empatía tangible, probablemente porque las personas que las protagonizan suelen mirar fijamente a la cámara como si estuviesen abriéndose voluntariamente a la lente de la fotógrafa y mostrando su interior sin miedo de parecer extraños.


En 1972, un año después de que Arbus se suicidara, el Museo de Arte Moderno de Nueva York realizó una gran retrospectiva de su obra. Refiriéndose a la muestra, Susan Sontag citaría al gran Walt Whitman: “No me cabe duda de que la majestuosidad y belleza del mundo están latentes en cualquier ápice del mundo… No me cabe duda de que hay mucho más en las trivialidades, los insectos, las personas vulgares, esclavos, enanos, malas hierbas, rechazados, de lo que había supuesto…” Para después refutarlo con una asertividad muy característica de Sontag: “Al fotografiar enanos, no se obtiene majestuosidad y belleza. Se obtienen enanos.”

Éste es un entendimiento de la fotografía desde el punto de vista del fotógrafo activo y el modelo pasivo, arrastrado inconscientemente por las voluntades de quien lo retrata. El expedicionario que viaja con cámara en mano en busca de ejemplos exóticos, que de ser personas continuarán relegados al nivel de mero objeto con potencial de imagen. Hay, sin embargo, fotógrafos que no persiguen imágenes como tales, sino experiencias vitales enriquecedoras.

Los proyectos que derivan de este posicionamiento conmueven por la relación de intimidad recíproca que se entrevé y por el largo tiempo de dedicación, patente en el envejecimiento de los protagonistas. Nicholas Nixon fotografía a su mujer y a sus tres hermanas sistemáticamente una vez por año desde hace más de 40, permitiéndonos avanzar junto con ellas. La estadounidense criada en Argentina, Alessandra Sanguinetti, acompaña a dos primas de las afueras de Buenos Aires desde que son niñas hasta que una de ellas se convierte en madre en el fantástico Las aventuras de Guille y Bernardina.

 

En Chalo, Pol Agustí establece también un juego real que se consigue sólo gracias a la confianza mutua entre dos personas. El compromiso de ambos (personaje y fotógrafo) con el proyecto va evolucionando en el tiempo para profundizar en la intensidad del propio juego y descubrir sus límites.

El contexto en que tienen lugar los instantes que vemos congelados es las lagunas de Chacahua, en Oaxaca, y los elementos que aparecen son objetos encontrados allí. Todo sucede sobre las bases de una política sexual ligeramente desfasada de nuestros cánones urbanos, y probablemente influenciada por el imaginario muxe del istmo de Tehuantepec. Un universo donde un hombre es aceptado como homosexual sólo si se reconoce públicamente como mujer y abraza el maquillaje y la ropa normalmente considerados femeninos. A partir de ese punto le será permitido tener sexo con otros hombres heterosexuales que se prestarán a estar con él principalmente a cambio de bebida.

La figura de Chalo, gay y aparentemente travesti, es especialmente singular por el hecho de haber perdido una pierna en la hélice de una barca que cruzaba la laguna. Quizá por eso impresiona tanto la sensualidad desbordada que transmite sobreponiéndose a su condición de tullido para captar toda la atención con una mirada que casi parece abrazar a quien lo mira.

Sí hay majestuosidad en sus poses forzadas y en su cuerpo que no se resigna a sentirse inapropiado para la cámara. Y definitivamente hay gran belleza en las imágenes que dejan vislumbrar su día a día, la estela de huellas de una sola pierna en la arena y la parte inferior del cuerpo a punto de sumergirse en el agua que recuerda a una cola de sirena.

Se intuye que esta serie, completa en sí misma, está no obstante abierta a que imaginemos al Chalo que será en un futuro y al fotógrafo que se aproximará a él.

Regresando al discurso de Diane Arbus: “La fotografía era una licencia para ir donde quisiera y hacer lo que quería hacer”… parece que estas palabras aplican en este caso en ambos sentidos. Tanto Pol como Chalo se sirven de las fotos que realizan juntos para llegar a nuevos lugares, sobre todo dentro de ellos mismos.


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